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viernes, 27 de mayo de 2011
Y vio como se alejaba por el largo pasillo hasta su ostentoso despacho.
¿Asia? Sí, ha dicho Asia… ¿Casualidad? Las fotos con el sobre escrito por su exmujer, la noticia del pueblo del Himalaya, el trabajo… ¿Casualidad?
Absorto en sus pensamientos, se dirigió a ver el hombre que tanto durante tiempo le había hecho la vida imposible, y ahora se mostraba tan amable.
Llamó a la puerta y entró sin que le llegaran a contestar.
-¿Por qué me eligieron a mí?- preguntó directamente, sin absurdos preámbulos.
-La verdad… es que le pidieron a usted para el puesto.
-¿Qué?
-Sí, pidieron que fuera usted, no supe por qué y mucho menos de qué le conocían pero…
-¿Quién dijo que fuera yo?- le interrumpió exaltado.
- No lo sé, simplemente dijeron que le querían a usted para este puesto. Debe tener buenos contactos en China…
-¿China?
-Sí, ¿no se lo dije? La nueva sede de Asia está en China, al sur-oeste.
-Cerca del Himalaya… - dijo casi en su susurro.
-Efectivamente, veo que sabe de geografía – acabó la frase con una sonrisa.
Se dio la vuelta y cerró la puerta tras de él.
Cada vez resultaba todo más extraño, aunque sus sospechas eran reales. Todos los acontecimientos de los últimos dos días y el trabajo tenían relación.
¿Quién sería esa persona de Asia? ¿Sería ella? No, es imposible, seguro que está con su madre.
Cogió el teléfono y marcó el número de casa de sus (ex)suegros.
-¡Diga! – contestó una voz de mujer mayor malhumorada, como siempre.
-¡Hola! ¿Cómo está? ¿Están bien?
-¡Ah! Eres tú, ¿Qué quieres? – dijo con la voz más desagradable que pudo poner la mujer.
-Necesito saber si está con usted su hija.
-¡NO PERMITIRÉ QUE HABLES CON MI HIJA! LE HAS ARRUINADO LA VIDA MAL NACIDO…- tuvo que apartar el teléfono de lo fuerte que gritaba.
-No, no quiero hablar con ella, sólo quiero saber si está con usted, puede que esté en peligro – en las películas que veía, decir eso siempre funcionaba.
-¿Cómo en peligro? ¡¿QUE LE HAS HECHO?!
-Nada, yo nada, pero necesito saber si está o no con usted, es importante.
-No… no está, hace varias semanas que se fue…
-¿Sabe dónde?
-No, no me lo dijo.
-¿Dijo algo antes de irse?
-No… bueno sí, hablaba de ti constantemente, de algo que necesitabas y de un libro. Pero no dijo nada más. Hasta que un día, cuando llegué de comprar, me había dejado un nota diciendo que se iba, que no me preocupara, que iba a hacer algo importante y que me lo explicaría todo a la vuelta.
-…
-¿Estás ahí? ¡Hola! ¡Hola!
-Sí, sí, gracias – y colgó.
Se quedó pensando con la mirada fija a ninguna parte hasta que se dio cuenta que había cogido el marco con tanta fuerza que la punta de los dedos se le puso blanca. Miró la foto y, como una revelación supo lo que debía hacer.

Se levantó de un salto de la silla y se dirigió hasta el gran despacho pero, esta vez, tan si quiera llamó antes de irrumpir nuevamente. La abrió tan enérgicamente que, debido al susto que le generó, el director hizo un pequeño salto de la silla como si ésta le hubiera dado una leve descarga.
-Acepto- dijo con una voz segura, algo inaudito en él.
-Me alegro, me alegro aunque… por favor, llame a la puerta antes. ¡Por Dios! Casi me da un ataque al corazón del susto.
-Lo siento señor. ¿Cuándo puedo ir? – ignorando la petición que le hizo su superior.
- El lunes si le va bien.
-Perfecto. Me cogeré el resto de semana libre para hacer los preparativos.
-Muy bien, muy bien… váyase a casa- no pudo reprocharle nada delante de tal ímpetu nunca visto antes en él.
-Gracias-  y salió del despacho cerrando la puerta nuevamente.
A medio camino hacia su mesa para recoger sus cosas, se encontró a su “amigo” bufón. Vio que le miraba con intención de decirle alguno de sus ingeniosos comentarios. Intentó esquivarlo pero le tapó las vías de salida tal si fuera un defensa de básquet haciendo un marcaje al hombre.
-¿Ya te han echado? por eso la cara de pocos amigos que llevas, ¿verdad?
- No.
-¿Y entonces?
-¿Y entonces qué? – aprovechó una grieta en la defensa y continuó su marcha.
El molesto cómico le siguió con la mirada y con cara de estar ofendido se fijó que la gente de alrededor se quedó mirándolo. Nervioso, se dio la vuelta simulando un orgullo del que carecía pero, con tan mala suerte, que tropezó con la secretaría. Y  la pila de papeles que ésta llevaba salió volando y cayó tal copos de nieve en un día de invierno.

Al fin pudo llegar a su mesa, recogió lo que necesitaba para irse. Y cuando se giró desde la puerta para ver si se dejaba algo, vio el marco. Se acercó y, aunque dudó un momento, lo cogió, se lo metió en el bolsillo del abrigo y salió.
Al llegar al coche, sacó las llaves del bolsillo. Intentó meterlas por la ranura pero le temblaba el pulso. -¿Cómo he podido hablarle así al Sr. Presidente? ¿Qué quieres, que te despidan?- al final afinó la puntería y consiguió abrir la puerta del vehículo.
De camino a casa, llamó al despacho.
-Po-po-póngame con el Sr. Presidente por favor… - ¿dónde estaba la confianza que había mostrado antes?
-¡Hola chico! ¿Qué te has dejado?

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